El verano llega y se desvanece poco a poco; las notas del otoño comienzan a escucharse: Septiembre y Eco de hadas estrena nueva entrada. ¿Qué hay detrás de la ilusión? ¿La ambición debe sellar el destino? Averigüémoslo con dos minicuentos. ¡Feliz lectura!
Siempre
Karolin Vela
DOS PIEDRAS
Era tan bonita, tan bonita
que la madre pensó en casarla con el rey. La joven permaneció callada. La madre
asumió que el silencio equivalía a una afirmación.
Pronto se dio a la tarea de
averiguar días y horas de las salidas a cazar de su majestad. Un primo lejano,
chambelán de la corte, fue quien le indicó el día propicio para encontrar
“accidentalmente” al monarca.
Un lunes de madrugada mandó
a la hija al bosque y le dijo: Te atraviesas en el camino y finges una caída…haz
contacto visual y lo tendrás a tus pies. La muchacha bajó la mirada y la madre
le pareció ver una mueca de disgusto, mas pensó que la imaginó, porque ¿quién
podría no querer ser la esposa del rey viudo?
¿Lista?, debes irte ya. Y
ella se marchó.
En el bosque vio al rey y al
príncipe acompañados por un séquito de guardias; perseguían a un zorro que huía culebreando. Los ojos del animal toparon con
los de la joven. A través de uno de los huecos de los arbustos, el zorro alcanzó
a mirarla con miedo, con súplica, ¡ayúdame!, le dijo con los ojos dilatados. La
joven sintió lástima. Era uno ser pequeñito contra una partida de hombres y
perros. Débil e inerme ante el enemigo, tengo que ayudarlo y se mordió los
labios. Se preguntó cómo lo haría y con torpeza inspeccionó a su alrededor,
tratando de encontrar algún objeto que ayudara al animal. Los rayos del sol
iluminaron dos piedras triangulares. Comprendió lo que debía hacer. Miró al
cielo, tomó las piedras y las aventó hacia las cabezas reales. El lanzamiento fue
exitoso. El zorro huyó y ella cabalgó hasta la frontera del Oeste, donde encontró
su lugar: el monasterio de los Sabios de la Orden Blanca. Ahí vivió, y vivirá,
colmada de sabiduría e inmortalidad.