Karolin Vela
EL DISFRAZ
Una princesa, aburrida del encierro y de las muecas y
bailes de los bufones,
decidió escapar del palacio disfrazada de pordiosera.
Durante su paseo en el bazar de telas, conoció a un apuesto ladrón. Se miraron
y la atracción fue mutua. Entablaron una larga conversación que duró hasta la
media tarde.
Luego de este encuentro, las citas, en los callejones
obscuros de los mercados, fueron ininterrumpidas. La pareja ganó intimidad, y entre
besos y escarceos, la princesa reveló su identidad. Al hombre no le importó,
estaba enamorado; su único interés residía en continuar disfrutando del cuerpo
de la amada.
Al cabo de un año, al ladrón no le cupo la dicha en el
cuerpo cuando ella le anunció que estaba embarazada.
—Debemos huir —dijo imperioso—, tu familia no me
aceptará; menos a mi hijo que traes en el vientre.
La princesa por primera vez lo miró con horror.
—No te confundas. Hoy ha sido nuestro último encuentro.
Aquí tienes estas monedas de oro por tus servicios. En tres días parto: he de
ir a casarme con un rey.
©Eco de Hadas